miércoles, 17 de marzo de 2010

LA ESPERA.

Qué sería de un rodaje sin la espera, sin esos largos ratos en los que el actor no hace nada, o simplemente se para a disfrutar como el cine se crea a su alrededor, cómo montan el traveling, como se van encendiendo focos, convertir un espacio vacío y sin gracia en un escenario para cine, en un lugar que para el personaje será importante y para el público mágico. Como el cine surge de la nada.




Es en esas horas donde charlas, donde vas conociendo a la gente, a tus compañeros, y se afianza lo que más tarde serán relaciones para siempre, donde surgen los chistes de la película, donde se hacen las gracias del guión y se planean tomas falsas para reirnos un rato juntos, donde comienzas a inventar sobre el guión y acabas inventando la segunda parte de la película: "Padre Odiadísimo".




Donde también tienes horas para la soledad, para preparar la piel y las emociones para prestársela a tu amigo a tu personaje. Haces conciencia y vas imprimiéndote de dolor, o de pasión, de alegría, de la sensación que toque, y recuerdas tus ensayos, las imágenes que te sirvieron, las músicas, el subtexto...


Y son quizás los recuerdos que mejor guardas, lo que te llevas para el alma, la sensación de las personas, el desubrimiento de que tus deseos no son únicos, que los compartes con tus compañeros. Y tienes esos pequeños atisbos en los que miras a tu alredor, te miras a ti mismo y compruebas que lo que llevas soñando toda la vida está girando a tu alrededor.

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